sábado, 19 de octubre de 2013
Mi vida sin blog
martes, 1 de mayo de 2012
Un roto para un descosido
De NityaYang |
jueves, 29 de diciembre de 2011
Manifestación
Espero que te levantes y salgas a dar una vuelta porque hoy hay una manifestación de hojas secas por el Paseo del Prado. Olvidé mi cámara de fotos. Podrías ser mi reportera y tomar algunas instantáneas para inmortalizar tan magno evento. Por fin una sublevación justa. Por fin un alboroto hermoso. Por fin.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Causa-Efecto
Def. AMOR: 1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
Síntomas:
Levantó el grifo y el agua empezó a reptar por la cañería del edificio, por la goma del grifo y tardó segundos infinitos en brotar a borbotones, liberada de su confinamiento, por la alcachofa de la ducha. Sujetaba el mango con una mano, retirado de su cuerpo, para evitar la sorpresa de la temperatura. Demasiado caliente. Demasiado fría. Demasiado, en cualquier caso. El agua hizo anillos postizos alrededor de los dedos de ambos pies, tan blancos como la propia bañera, y su cabeza se inundó de un fuego cruzado de pensamientos. De pensamientos emotivos y complejos en contraposición a los parcos y casuales. De noes (no es); de “me gustas, pero”. De por qué no ella.
Recordó el motivo de ese agua: una simple ducha para asearse, secarse, vestirse, disfrazarse, salir. Se acordó de su ahora: insinuarse a cualquier mujer que tuviera una expectativa romántica. Bebía de sus frustraciones para regar su ego, sentirse más fuerte y así olvidar que, más allá del verbo, no era más que un cobarde.
Los No y el champú le cubrieron la cabeza: NO porque ella era demasiado mucho o demasiado nada; NO porque era… o porque NO era…; NO porque él buscaba… Y los noes no eran más que la representación de su propia imposibilidad de acercarse a ella ‘desnudo’, como en ese momento, por si el que era un NO era él para ella.
Agua. El jabón se resbalaba por sus muslos y se atragantaba por el desagüe. La ducha hervía, borboteaba y él se asfixiaba… Y recostado sobre los azulejos de la pared, respirando vaho, pensando en ella, evidenció que le gustaba esa falta de discreción en su forma de pasear por la calle; que le abrumaba esa pasión desdentada de rogarle un beso; que le gustaba su carita ovalada demasiado para ‘ser’ pero perfecta para besar. Y en medio de ese neblina desinfectante se la imaginó sobre la cama, desnuda, encorvada; sí, perfecta para besar. La imaginó más allá de la piel, del espacio tiempo… Se la imaginó a susurros entonando otro nombre, uno que ya no era el suyo…
“Si quieres podemos ser sólo amigos”, recordó de repente. Le quebró el recuerdo y ese ‘sólo’ lo abrasó, lo engulló como un pedazo de carne pasada.
Sólo versus Demasiado. Touché.
Cerró el grifo antes de morir en esa parrilla. Cogió la toalla y se secó desesperado tratando de arrancar esos pensamientos que amenazaban su mundo de noes. Poco a poco fue recobrando la tranquilidad… Se miró en el espejo y sí, estaba ahí… Sonrió. Hasta que vio reflejada la mampara de la ducha. Allí había algo escrito. Se giró y horrorizado vio una pizarra improvisada con tan sólo una palabra. Con una caligrafía escurridiza había escrito con su propio dedo su nombre, sólo el de ella. Y sintió pánico, un frío polar, no al descubrirse “sin mí, sin vos y sin Dios”, sino ante la evidencia absoluta de que después de tantos demasiado sólo la quería a ella.
* 2:00 de la mañana. Esta historia es una mierda, un delirio infernal construido con conjunciones y tres imágenes de lo más simples. No tiene ritmo, es más de lo mismo. 2:00 de la mañana y no he conseguido arrancarme este halo de tristeza, de ‘kischtreza’. No voy a repasar, no voy a releer. No voy a ducharme. Esta historia es una mierda y soy incapaz de darle una vuelta. Y soy incapaz por un solo motivo: la que escribe en cristales sólo soy yo.
martes, 20 de septiembre de 2011
Porque la belleza es necesaria
Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá sueno a materia desollada.
Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.
Propongo mi cabeza por si hubiera
necesidad de soportar un rayo.
No hablo por mí solo. Digo, juro
que la belleza es necesaria. Muera
lo que deba morir; lo que me callo.
No toques, Dios, mi corazón impuro.
jueves, 23 de junio de 2011
Perdón... ¡pieza!
Sólo hay dos cosas importantes a tener en cuenta si se quiere jugar al ajedrez. La primera: en el ajedrez no se mueven fichas, sino piezas. La segunda idea que se ha de tener presente es que hay dos escuelas del ajedrez y esto es así desde hace siglos.
Algunos se enfrentan a la partida con una precisión matemática, como si ésta fuera un enorme artilugio en el que todo lo que va a acontecer puede preveerse y controlarse lógicamente. Porque la lógica domina a la pasión y es así como uno puede adelantarse ocho o 10 movimientos a su adversario de tal modo que, inevitablemente, ganará. Los rusos son un poco así. Los Kaspárov y Kárpov pertenecen a esta escuela.
Luego están los que ven el ajedrez sintéticamente, los que intuyen la partida, la sienten ahí agazapada, sutil y mortal. De pronto ven la intención de por dónde quiere llevarlo el otro y se desmarcan haciendo movimientos inesperados que cambian por completo el mapa estratégico dibujado a priori por su adversario. Esto es el ajedrez-arte (creo que lo llaman así) y da lugar a partidas espectaculares, históricas, aunque no es tan habitual que ganen como los de la escuela analítica rusa. Los indios juegan así; también Bobby Fischer.
Si se piensa, el ajedrez es un poco como la vida misma. Los hay ‘campeadores’ (Juan Ramón) que saben planificar una vida a la medida. Otros van intentando hacer algo bonito, con más menos arte, no siempre con éxito pero siempre guiados por la excitación de lo espontáneo. Esa es la grandeza del ajedrez, de la vida.
Rodrigo jugaba al ajedrez pero no era tan bueno para atribuirle cualidades propias de una u otro escuela. Se limitaba a intentar ganar puteando a su oponente, sacarle de quicio, de sus casillas. No fumaba y lo hacía en momentos cruciales de la partida con la intención de crear una atmósfera oscura, al igual que se aparece una música perturbadora en las pelis de cine negro. Apuraba sus tiempos, ronzando la desesperación de su contrincante, aunque tuviera claro el movimiento de antemano. Le gustaba mirar al otro, ver en sus ojos esa mezcla de expectación y de “qué coño está haciendo este tío”. Sí, tenía una forma de jugar atroz. Cortázar odiaba el ajedrez precisamente por este tipo de cosas. Lo veía calculador y malvado, una pésima escuela de vida. Rodrigo, en cambio, no sabía jugar de otra forma. Empezó a sus treinta y tantos. Empezó como empezamos un poco todos: por una chica. Le gustaba esa chica y la única forma que se le ocurrió de conquistarla fue ganarla en su propio terreno. Lo intentó un par de veces; fracasó estrepitosamente en muy pocos movimientos. Esperó que ella moviera ficha (perdón, ‘pieza’) sin haber percibido tan siquiera que había perdido hacía ya un tiempo.
Sí, el ajedrez es un poco como la vida. Y hay que tener en cuenta sólo dos cosas si se quiere jugar.
martes, 17 de mayo de 2011
Melancolía, de Rubén Darío
martes, 8 de marzo de 2011
Goodbye, my little
Querida, dos puntos:
Siento escribirte para decirte que no quiero hablar contigo. No sólo hoy; tampoco mañana, ni al otro, ni dentro de dos semanas, un mes, nunca. Saltará el contestador y sólo oirás un mensaje impersonal del cuál mi voz será protagonista. Lo siento, pequeña, pero no voy a volver. He tomado la firme determinación de ser menos piel y ser más aire. Y ahora, que logro enfocar bajando la velocidad, me doy cuenta de que mentías, de que abrazabas demasiado fuerte, de que me ahogabas. Quiero cariño, quiero respecto, quiero ser una cometa que vuele alto. Y tú pesas, niña. Indefensa, temblorosa, sutil… pero pesas. Has dibujado surcos, ondas, susurros, has mojado mi almohada… Lo he intentado, lo he intentado, sí, pero no puedo cambiar. ¿Puedes tú? Es la hora de “dejarnos de ver”, de buscar en otro lugar. Es hora de ver las estrellas, la luna brilla. Es hora de posar desnuda ante unos ojos distintos a los tuyos, es hora de salir y beberme las calles. Es hora de que te quedes en casa, en la tuya. El principio de esta historia es el final de la nuestra. Y así me despido, cariño. Así me despido de ti.
Sin un beso.
Con un pestañeo fugaz.
Goodbye, my littte tear.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Redecorando mi vida
The Move, Paper Animation from Mandy Smith on Vimeo.
Así estoy yo, de mudanza en todas las facetas de mi vida.
Las mudanzas son, sin duda, un rompecabezas, un derroche de energía que culmina con un montón de cajas amontonadas en un nuevo lugar... Estaba horrorizada ante tal desorden sin tener mi ropa localizada, mis papeles de colores a buen recaudo, mis fotos visibles, mis cajitas de colores en sus cajones y mis libros especiales separados del resto...
Pero, tal vez es un buen momento para tirar las cosas que no uso o necesito, para darles un nuevo espacio, orden, importancia...
Y es que todo parece revuelto pero tal vez es la oportunidad de colocarlo.
Y es que estoy convencida de que este es el tiempo de lo presente, un mundo lleno de infinitas posibilidades ;)
¡Feliz año nuevo!
lunes, 8 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Si necesitas dormir
De pequeña los escuchaba siempre que estaba enferma. Aun hoy los escucho, y sin termómetro. Espero que os guste...
(Al señor Acosta: algún día se lo doblaré con mi voz, "palabra")
martes, 21 de septiembre de 2010
A 270km/h
Su ruta se está calculando.
Salida desde Calle Suspiro 25. Continúe durante
Apago la radio. Cojo el volante con las dos manos. Uñas rojas. Labios rojos. Corazón rojo.
Pongo el pie en el acelerador…
A
Y…
El respaldo de mi asiento absorbe mi espalda como si fuera velcro las calles comienzan a dibujarse fugaces y Madrid es una calcomanía que suena a caracola no hay más marchas en mis manos y a mí aún me quedan tres más por echar (1 respiro, 2 me abro, 3 grito) mi columna hace de dique entre mí y el yo un rugido un eco sordo la velocidad echa sonido…
Curva a
…
Y mi cuerpo entre mis manos sin el peinado ni el look cool con bragas de algodón qué ordinariez pero esa música suena bien y soy un grito a punto de estallar tú ella todos nadie alguien Estelas todo son estelas radiografías de vida proyectadas por el sol y corro yo corro y zigzagueo entre el ayer y ese eterno despertar sin estirar y yo acelero acelero (y juro que no llevo a Estopa, dios me libre, por Dos) y grito y gritaré por oírme y no necesito decir tacos (puta, zorra sin peinar) y me río a
Todo recto, a
Me perdí en mi universo de un par de planetas y millones de órbitas pero acelero acelero mientras entro de lleno en ese túnel porque me van los agujeros negros y sólo escucho el rugido del motor la compresión y mis oídos escarchados que suspiran por ese centrifugado pero no me seques que yo soy agua o mejor talco talco que se esfuma entre los dedos y se muere por los besos canallas a
No me importa el destino final, Tom ¿o eres Tom? No he parado…. Sólo cojo aire para decirte, gritarte, asegurarte que he cogido la dirección adecuada. A
sábado, 31 de julio de 2010
(Del Latín, eo, de Ego)
Sí. Ésta.
Ésta soy yo. Con y sin tilde.
Azúcar o sacarina, pero siempre blanca.
Siempre desnuda.
Enamorada de la luna y sonámbula bajo el sol.
Mi sol.
Que a veces está constipado.
Estornuda y se nubla.
Pero ésta soy yo.
La que llora y te grita.
(A ti)
La que te grita y te besa.
(Sin ti)
La que se deja mojar por la lluvia.
…
…….
…………
Por esa gota,
… y por esa otra…
¡Y también por esa!
Me mojan, sí, pero yo me las bebo.
Mi piel brilla.
Mi boca rezuma.
Mi tripa tiembla.
Pero ésta soy yo.
Sonrisa escalena,
electrocardiograma de un gemido,
fuego de sabor canela.
Sí. Ésta soy yo.
Capaz, trémula, sobresaliente.
Un bocado perfecto sin atar por un palillo.
Sí. Ésta.
Absurda.
Tierra de nadie.
Paréntesis morfosintáctico.
Una onda en el agua
Que se disipa como los charcos.
Ésta.
Con y sin foco,
Bajando la escalera (a lo Swanson).
Ésta soy yo.
Más verbo que pronombre.
Ésta, a color, soy yo.
miércoles, 28 de julio de 2010
Reflexiones en Ágata
miércoles, 14 de julio de 2010
Mi ciudad sobrevivirá
Paseo por Madrid. Dicen que hace calor. Dicen que hay crisis (aunque ahora nadie lo recuerde tras el partido) y que siempre está en obras. Llevaba un tiempo dentro de un remolino que me zambullía cada día más y más al fondo… Sin entender mis domingos y con miedo a mis lunes.
Y recuerdo y recuento a todos los seres maravillosos a los que he conocido… (a vosotros)… y pienso en la suerte que tengo, en el privilegio, de encontrar a personas tan llenas de luz, tan llenas de aire, tan llenas.
Y mi ciudad, la mía, sobrevivirá gracias a ellos.
Pd: Hoy estuve haciendo fotos gracias a vosotros y por vosotros. Gracias, de verdad!
domingo, 9 de mayo de 2010
Nitya quemó su apellido
Ese era el primer año que sus padres no la mandaban a una familia extranjera para repasar sus conocimientos en la lengua inglesa. Visitaba el aeropuerto para dejar en él a su hermana pequeña y, por primera vez, se alegraba de no ser ella. Madrid se abría ante sus pies, sus coletas zigzagueaban, su risa parpadeaba; tenía todo un verano por delante para ‘experimentar’: para tener su habitación solo para ella, para poder estar en el ordenador hasta la hora que quisiera, para poder dejar la ventana entreabierta y que las cortinas le besaran la cara, para poder leer en la cama y no tener que hacerlo con la tenue luz de las farolas asomada al poyete de su cuarto…
… Para poder invitarle a dormir la siesta, a dormir de noche con ella, para poder cocinar para él y tirarse en el sofá acariciándole el pelo…
Carrito, maletas, lloro de mamá, “tráeme un bocata de jamón cuando vuelva”, “no me cojas nada de ropa en mi ausencia” —decía su hermana—, y mientras ella deambulaba por las paredes del aeropuerto tocándolo todo con sus ojos.
“Alrededor de tu piel ato y desato la mía” (Miguel Hernández), rezaba escrito en relieve en una de las paredes de la T2. Y, ¡zas! Le arrasó la mente. Sonaba hermoso, sonaba a piel… No quería olvidarlo. Cogió una tarjetita de papel del mostrador donde su hermana facturaba; una de esas donde se ponen los datos del viajero y rellenó, en medio de nombre/dirección/población/ciudad/país/número de contacto… esa frase.
Era virgen. Aún no sabía qué significaba exactamente estar enredada en alguien. Entendió que era amarse en una maraña, entrelazadamente donde no se sabe dónde empieza el uno y dónde acaba el otro. El Yin y el Yang unidos, atados, buscándose eternamente, respirándose.
Y él le hizo abrir las piernas con susurros y bebía de ella muerto de sed. Y ella sentía que él era mar cuando lo tenía dentro y la mecía. Y él marcó todas las páginas de 100 libros con aquel marcapáginas improvisado donde rezaba profanamente un nombre/dirección/población/“Alrededor de tu piel ato y desato la mía” ciudad/país/número de contacto…
Y ella tatuó 100 pliegues de su piel con un tatuaje, con las huellas de sus manos agarrándola cuando la penetraba, cuando le susurraba, cuando la hacía sentir que el amor estaba en su piel.
Y él tuvo que memorizar la página del libro que leía antes de cerrarlo porque el marcapáginas empezó a romperse y prefirió pegarlo a la pared de su cuarto, con dos chinchetas plateadas. Y esa frase venía a representar todas las historias de amor del mundo.
Y ella…
Y él…
Barajas, 2010. T4.
Aterriza. Lleva una maleta pequeña, traje chaqueta, un maletín burdeos y tacones, muy altos. Su pelo, media melena, flirtea con sus hombros. Los pasajeros del vuelo buscan con la mirada dónde está el aseo, dónde está la zona reservada a fumadores, donde está su móvil para hacer la llamada de rigor, dónde están ellos mismos… Ella no busca. Repasa con su mirada la nueva terminal y ¡zas! A la derecha, años después, aquel mismo texto grabado en relieve. “Alrededor de tu piel ato y…”. Con vehemencia, con sinceridad, con respeto y arañándole el pecho susurró: “Ojala te ates y te ahogues con todos y cada uno de los nudos de tu cuerda; ojala te pierdas en la maraña que tejiste; ojala no vuelvas a soñar y ojala te hagas pajas toda la vida con tus comics manga”.
Y con su maleta, con sus tacones, con sus treinta años y su piel, sólo suya, salió del aeropuerto cerrando la página de ese libro, esta vez sin marcapáginas.
domingo, 25 de abril de 2010
Lexatín, prospecto
Concierto acústico. Sin sutilezas, a codazo limpio, gana posiciones para situarse en la primera línea, donde ya poco le importa que se la lleve una marea de histéricas fans o de litros de cerveza. Con su móvil en mano espera aquélla melodía que dedicar a la letra B de su listín telefónico (por ejemplo). ¡Esa! Esa se la sabe de cabo a rabo —y si no, se la inventa—. Se emociona porque definitivamente esa es su preferida, porque en algún momento de su vida comió el bocado más casuístico mientras la escuchaba o hizo el amor con algún pretérito perfecto (simple) que la arrancó el nombre... Y sonaba justo ese fragmento... ¡Justo ese! Y los focos la vuelven loca porque no sabe si todo es mentira o es la verdad más infinita que ha musitado su voz mientras un alo de luz apunta directamente sobre sus ojos cegándola (ahora es cuando llega el estribillo de la canción de, sin duda, su preferida tres).
Aplaude y aplaude, y vuelve a aplaudir, y cumple con todos los clichés del "Bis" y del "Rebis".
Y "¡Oh! Ha estado genial! o "en el concierto que dieron en la Sala Sol esta versión fue mucho más íntima". Y la marea baja.
Y sólo queda espuma.
Y, poco a poco, el sonido de los acordes de la última melodía se va diluyendo en sus oídos.
Y se queda vacía, sin ritmo.
Y se pregunta... "¿Y ahora qué?”
Segunda cápsula (antes de dormir)_
Cita a ciegas. Segura de sí misma, con medias y camisa blanca de caballero, abre la puerta de casa. “Te imaginaba más alto… ¡Entra!” Camina por el pasillo con naturalidad, con excitante candor, con una indiferencia conjuntiva que provoca que él la siga, abandonado. En su habitación, le invita a sentarse en una silla. Ella se siente/a en la cama con las piernas cruzadas. No le gusta, o sí. No sabe por qué le ha invitado, no sabe qué quiere de él. No sabe si vestirse, si ser irreverente, si salir volando, si ver el órdago… Y suena en la cadena de música Alone, de Blues Traveler y… es en la eternidad de esos próximos cinco segundos donde recuerda qué necesita.
[Paneo, cámara que enfoca al suelo… Una media cae, una camiseta verde a rayas sepulta a la delicada media, una camisa blanca la acompaña… fundido a negro].
Se entierra bajo él (un pronombre). Juega a ser la ‘mejor’ con sus labios, con sus manos, con la yema de sus dedos… La besan entera, la desean a manos llenas (como la otra noche). Ella escucha sus propios gemidos mientras recuerda [qué mala memoria, quema la memoria]… Y recuenta mentalmente con cada embestida su olor, su sabor, su su-su. Y grita, se arranca, se ahoga en su propia marea. Y ya le ama [“Te amo”, susurra]. Y con amor le pide que se beba todos sus orgasmos.
... Se duerme…
… Él la abraza como si fuera purpurina.
… Sonríe.
… Él quiere…
Y se duerme.
Por fin duerme.
Tercera cápsula_
Día de diario . Se levanta taciturna. Ha apagado la alarma del móvil diez veces. Tiene que cambiar esa melodía, le ha perdido el respeto por completo. Vuelve a cerrar los ojos por si encuentra ráfagas del último sueño con el que despuntaba el día, o por regocijarse en esa frase que él le dijo justo antes de acostarse… Sonríe recordándola, parafraseándola, pero son las 08:20 de la mañana, tiene que ir a trabajar y la frase… se…. la… está….llevando…. el ….aire. Se levanta sin ganas, sin ánimo. Se ducha sin moverse dejándose empapar como si fuera una magdalena en leche. Se seca, se viste. No se peina. Se pone un café hasta arriba y coge la caja de pastillas. Saca una tableta y desprende una de las cápsulas del resto. La mira. Este es el 430 día que la toma en un esfuerzo por intentar bajar el ritmo, en acostumbrase a que su vida pase suave sin la necesidad tóxica de vivir a 200 revoluciones para que éste merezca la pena. Blanca/Roja. La mira y se le antoja pequeña, inofensiva, comprensiva, inocua y cierta. Levedad/Gravedad. Se mira y se piensa absurda por bella, vulnerable e impaciente. Coge su agenda y escribe, no quiere olvidarlo: “por bella”.
Se acabó el mundo del lexatín: de mendigar abrazos, de necesitar halagos no hechos por uno mismo, de los cambios radicales de pelo como subidón adrenalítico, de los chateos intempestivos, de cruzar el paso de cebra en rojo (y la propia vida). Se acabó lo de beber recuerdos, como si fueran chupitos de vodka, para aplacar las penas. Se acabó lo de dormir cuatro horas al día ansiosa por devorar el último bocado. Se acabó mi réquiem por un sueño. Se acabó la lucha de gigantes.
Buenos días. Hoy he dormido bien. Sin ti.
jueves, 11 de marzo de 2010
Ser
domingo, 24 de enero de 2010
El chorro caótico
Si abrimos un poco el grifo las gotas caen con regularidad.
Este patrón ordenado se destruye cuando aumentamos el caudal del agua.
Respira y, sin resignación, por fin se levanta con cuidado de no despertarla.
Se lava la cara. Se desnuda. Orina. Tira de la cadena. No baja la tapa del váter. Se mira al espejo. Se acaricia la cara para evaluar si afeitarse o no. “Puedo aguantar dos días más”, se dice.
Se ducha con agua tibia. Se seca de arriba abajo, siempre, empezando por el pelo hasta terminar en los pies. Entra en su cuarto en pelotas. Le gusta estar desnudo recién duchado. Mira por la ventana, siempre. Vuelve al baño, se lava los dientes, los oídos, se perfuma –la elección de un perfume diferente es la única pauta que rompe su rutina- “Armani Code” hoy será su sello.
Ropa, zapatos, reloj… todo cuidadosamente preparado el día anterior, siempre. Hoy se pondrá chinos beige, camisa blanca, zapatos marrones de punta, cinturón a juego con los zapatos. Se seca el pelo, se peina y se mira al espejo percibiendo que se está haciendo mayor: le falta frescura y le mata ver esas entradas. “Mala suerte, tendré que hacer algo con la caída del cabello”, se dice, siempre.
Vuelve a la habitación y se inclina sobre ella para darle un beso. “Qué bien hueles hoy… como todos los días”, se dice a sí misma medio despierta. “Que tengas un buen día, pequeña”.
Llega a la oficina. Cuelga su abrigo, enciende el ordenador y mientras éste obedece se pone el segundo café de la mañana.
Son las 8:45. Como siempre.
Se sienta y, antes de ver los correos electrónicos almacenados en su bandeja de entrada de la empresa teclea www.hotmail.com.
Inicia su sesión: 4 mensajes nuevos.
Sonríe de medio lado al ver el remitente de los dos primero. Como siempre.
Mensaje 1
Asunto: Cuándo quedamos?
Me acosté pensando en ti y en aquello que me decías el otro día. Pensaba en cómo me desnudabas, en cómo me tocabas el pelo, en cómo acariciabas mi cuerpo… Me fascina lo sexy que eres, el misterio que te rodea, tu vida llena de sorpresas… Creo que sería buen momento para materializar todas las palabras, ¿no crees? Buenos días, me he levantado pensando en ti.
Mensaje 2
Asunto: Para ti
No hay texto sólo cuatro fotografías adjuntas. Fotos mal iluminadas, mal enfocadas… En ellas, una mujer de unos 40 años posa con descaro ante su propia cámara, desnuda, rozando la pornografía.
Responder: “Mmmmm, muy sexy. ¿Habrá segunda parte?”
Mensaje 3
Asunto: Newsletter Mundo Deportivo
Mensaje 4
Asunto: Meetic te recomienda a…
Mira dos veces. Pincha inmediatamente sobre el link y la persona propuesta. Se rompe. Deja de gotear y se derrama.
34 años, castaña, hermosa, heterosexual, soltera, administrativa, madrileña, aficionada a los restaurantes japoneses. Busca pareja. Hermosa, muy hermosa, dolorosamente hermosa.
Lástima que ya esté casado con ella.
El grifo se abre estrepitosamente, caótico. Por primera vez.
sábado, 14 de noviembre de 2009
Despedida, clara y concisa
Las hojas se mueven, tiemblan, se oscurecen.
En menos de media hora, la tarde cambia su chaqueta marrón canela por un abrigo plúmbeo y sin intención de cambiar de vestimenta durante las próximas semanas.
"Adiós escotes; Hola medias/leotardos/bufanda".
Las hojas se mueven, tiemblan, se oscurecen.
Recibes un mensaje, de tu compañera de piso. "Llego en 10 minutos". Y lo lees de reojo mientras prosigues con la vigésima diapositiva de tu presentación sin atender a la hora, ni a ti, ni a aquello. Y empiezas a no discernir qué diferencias existen entre el B2B y el B2C porque lo que quieres es acabar y punto. Y con el punto... oyes la puerta de casa abrirse. Se abre sin arrastrarse, como si gravitara por el suelo. La rozadura polar te lleva a ser consciente de que no hay música, de que no hay relax, tan sólo una incipiente contractura en tu cuello te acompaña... estás sola.
Las hojas se mueven…
Se te antoja escuchar el sonido de unos pasos que poco a poco se aproximan.
“Saray, ¿ya has llegado?”. Y no recibes respuesta. “¡Saray!”, gritas esta vez.
No recibes respuesta.
Las hojas se mueven y ahora eres tú la que tiembla, la que se oscurece.
No sabes si oyes pasos, si hay alguien o no en casa… Nueve metros, lo que separa la entrada de tu cuarto…
Rastreas con tus ojos por la habitación qué tienes con lo que defenderte porque, poco a poco, el pánico se ha apoderado de ti, y sólo encuentras pinturas, folios, peluches… Una absurda habitación y tú sola, sola.
Los pasos se aproximan, suenan presentes o pluscuamperfectos, o eso te parece, ¿o es tu corazón? ¿O es el viento? ¿O son los de las obras de arriba –si es que hay obras-?
Coges el móvil. Pulsas la opción de rellamada. Lo acercas a tu oreja y tragas saliva tratando de recoger de tu boca algo que te quite la sed. Un tono, dos tonos, tres tonos… ¿Cuántos tonos habrá de la puerta de entrada de casa a tu cuarto?
Descuelgan. Ningún móvil con un politono delirante ha sonado cerca tuya. “Saray, ¿estás en casa?”.
“No, estoy saliendo del metro. ¿Pasa algo?”.
Te vuelves de porcelana. Quieres llorar, tal vez ya estés llorando. Y susurras, crees que susurrando te harás invisible.
“Creo que ha entrado alguien en casa. Estoy sola… se está aproximando….
Si me pasa algo, quiero que sepas, Saray,… que he pasado el aspirador, la fregona y te dejé la cena en el micro. Yo no he manchado nada”.