Menos mal que tengo siempre a mi ELEfantito soplándome y, cuando se me mueve el flequillo, mi frente se despeja y recuerdo cuánto me gusta leer, ver, mirar, oler, sentir, pintar, tralala tralalá... Así que, esta semana me mandó la historia que ahora os dejaré leer... y al ver el site del escritor me he puesto muy contenta porque él mismo se define como "Domador de palabras".
Las somete todos los días a un curioso y exhaustivo entrenamiento. Les redobla las esquinas, les rebusca los recovecos...
Y cuántas veces no me habré sentido 'rara' por dar demasiada importancia a las palabras... Y cuántas veces no me habrán y habré cuestionado por darles demasiado crédito y "coleccionarlas". Y cuántas veces no he querido más que leer alguna hermosa antes de dormir porque, sintiéndolo mucho, me hacen sonreir y siento que me acurrucan y, por fin, puedo dormir.
...Por aquella manía que tienen de decir lo que callan, de sugerir lo que no han dicho, las palabras nunca son lo que parecen.
Y qué agradable es ver cuántos 'raros' hay que dicen cosas que me hacen sentir que los soñadores no estaremos de moda pero... haber los 'ailos'.
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No recuerdo a dónde iba, pero sí que paladeaba unos versos. Me gusta hacerlo. De niño chupaba regaliz por las calles; hoy rumio palabras. No hacen el viaje más corto, pero lo hacen más viaje. Llovía. De pronto, me asaltó una pregunta:
- ¡Alto, esto es una pregunta! ¡Arriba las manos...! Bueno, mejor no las retires del volante. Pero no intentes hacerte el listo y contesta: ¿Para qué sirve eso de leer?
-Leer –me digo en cuanto se me pasa un poco el susto. Las preguntas no siempre son inofensivas, aunque la verdad es que esta parece buena-. ¿Para qué sirve leer?
- ¡Para comerte mejor! –contesta raudo el lobo feroz que siempre viaja conmigo. Tengo que quitarme la manía de hablar solo cuando voy de viaje.
-Calla, hombre. No te preguntaba a ti –le digo, aunque sonrío por dentro. La verdad es que tiene razón, pero no debe enterarse o se pondrá muy pesado. Además no tiene mérito, siempre contesta lo mismo.
- ¡Ay, si yo supiera leer! –sigue él-. Léeme por favor.
Bromeando, le leo el primer cartel que pasa: “Caudete. 30 kilómetros.”
-¡Oh, Caudete. 30 kilómetros! ¡Qué bonito suena! ¿Cómo será Caudete? Me lo imagino azul y con peligros en el camino. Sí, eso es, lleno de cazadores o de leñadores o de leñadores-cazadores...
-Lobo.
-¿Qué?
-Sabes leer mejor que muchas personas humanas.
-Pero si yo no conozco las letras.
-Da igual.
- Ah –dice y parece reflexionar, aunque yo sé que no lo ha entendido del todo.
- Gracias –le digo.
- ¿Por qué?
- Me has hecho pensar.
-De nada. Al fin y al cabo soy un personaje de cuento. Es mi obligación.
© Ilustración de Pablo Bernasconi
Relato de Pablo Albo
3 comentarios:
me encantó el cuento y prometo investigar al tal Pablo albo n_n
ains, yo te entiendo, yo también le doy importancia a las palabras, a veces demasiada, pero no son el reflejo de los pensamientos cuando estos se miran al espejo? pues eso .^
por cierto, no te pierdas tanto que se te echa de menos,jo
besos para comerte mejor .*
Merece la pena leer el cuento para llegar a un final tan grande y tan cierto.
Me alegro mucho de tu regreso!!
Un abrazo enorme
¡Buuu! Muchas gracias... que me pongo muy blandita
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