Pan con tomate

Me encanta desayunar. Me encanta desayunar en el Carlota y que me atienda María con su dulce voz. Me encanta desayunar en las 'polish' y que me traiga Micaela mi desayuno con dos mini croissanes para que me quede el regusto dulce en la boca después del café. Siempre pido lo mismo: café con leche, con dos sobres de sacarina, por favor, y pan con tomate. Me encanta el tomate. Te hace sentir plena, fresca... Parece que estoy haciendo un anuncio de compresas alucinógenas, lo sé, pero bueno... es que soy mujer :DDDD
Desayunar se ha convertido en una costumbre imprescindible y vital... en un ritual, en una pulsión como lo es lavarme la cara al levantarme. También es cierto que se ha convertido en un gasto porque, todo hay que decirlo, me gusta desayunar fuera de casa, ¿qué le voy a hacer? Es mi momento de relax. Me gusta que me pongan todo en la mesa y desayunar tranquila. Me gusta entrar a mis sitios habituales y no tener que decir qué quiero. Que me sonrían y tenerlo listo el desayuno sin más gesto que ese, una sonrisa.

Me gusta desayunar pero, permítanme dedicarle mi desayuno de hoy, a mi Contable de 100 kilos. También podría dar mejor publicidad de él comentando lo del centímetro 19 pero... Si yo soy tu Big Foot tú eres mi Lolo.
Esta semana en la que las circunstancias me han privado de tu tabaco, comentarios groseros, chismorreos y ocurrencias, de la situación 'ventosa' y el potencial atropello de la semana, de tu 'moonwalk', de tus dos croissanes y la patita que me otorgas cual premio por no tocarte,... He sido consciente de lo importante que es desayunar. Porque eres imprescindible, único, un regalo... y porque adoro tu forma tan 'interesante', sin duda, de cuidarme. Y ya no sé si el desayuno es lo que necesito para empezar el día o eres, sin más, tú.

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