jueves, 8 de mayo de 2008

Para no olvidar


<< A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: "He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado", jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: "He visto una casa que vale cien mil pesos". Entonces exclaman entusiasmados: "¡Oh, qué preciosa es!" De tal manera, si les decimos: "La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe", las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que somos unos niños. Pero si les decimos: "el planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612", quedarán convencidas y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son así. No hay por qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores. Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado más comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me habría gustado decir: "Habia una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…" Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera parecido más real. Porque no me gusta que mi libro sea tomado a la ligera. Siento tanta pena al contar estos recuerdos. Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Y si intento describirlo aquí es sólo con el fin de no olvidarlo. Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. Y yo puedo llegar a ser como las personas mayores, que sólo se interesan por las cifras. Para evitar esto he comprado una caja de lápices de colores. ¡Es muy duro, a mi edad, ponerse a aprender a dibujar, cuando en toda la vida no se ha hecho otra tentativa que la de una boa abierta y una boa cerrada a la edad de seis años! >>

El Principito


No olvidar... que lo esencial es invisible a los ojos

Mil gracias por el fantástico regalo. Una casualidad, es mus sein.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes cuando sientes que algo se te mueve por dentro? tan difícil de explicar, como el ciclo de una marea, como cuando sin saber porque me entran ganas de llorar.... Ahora mismo, me muevo, me tambaleo, casi vuelo. Has unido en este post dos esquinas de mi memoria, me has llevado directamente a 1999 y no con los números, qué también, con los recuerdos vivos, con casi sentir que estoy allí de nuevo, me colé en mi pasado, esa calle mágica de Salamanca dónde se encuentra nuestro amigo, por cierto, se llama la calle compañia y en la esquina superior hacia la rua mayor está una de las mejores pastelerías de la ciudad, las palmeras de chocolate son insuperables, parada obligatoria de ese paseo con final en Anaya. Y nuestro amigo.... me acompaña siempre, nos acompañó de cerca durante esos años, caminaba a nuestro lado por esa calle, se comía esa palmera y se tumbaba en Anaya a charlar hasta el infinito sobre todo y nada a la vez, tan especial que alguien cercano decidió dejarlo allí en recuerdo vivo, para que alguien como tú ahora lo rescate, para que alguien como tu lo observe y sea capaz de llevarlo a todas partes, primera parada: mis recuerdos de nuevo, como la marea, que sube, que baja, que arrasa, que refresca, que seduce, que embelesa, que humedece..... GRACIAS POR TENER LA CAPACIDAD DE SENTIR, TRANSMITIR Y COMPARTIR.

NityaYang dijo...

Esto no me pasa casi nunca... Me has dejado sin palabras. Gracias, mil, a vos!!!!